sábado, 19 de enero de 2008

El último discurso de Arturo Illia

Pasó un cuarto de siglo del día que se murió un gran político, tal vez el último estadista que tuvimos los argentinos. Aquí reproduzco parte de lo que que fue su último discurso.
Fue el 14 de septiembre de 1982 en la Bolsa de Comercio de la Ciudad de Córdoba. El político que recorría con algún camionero amigo el norte de la provincia de Misiones y sabía cuanto era el rinde del algodón en las distintas zonas algodoneras del Chaco o del maní en Córdoba o del trigo en la provincia de Buenos Aires, y que además conocía las grandes obras de infraestructura que necesitaba una Argentina desarrollada y hacia donde tenía que rumbear la ciencia nacional, nos dejó este legado, su manifiesto de última voluntad:
"No hay sociedades ideales. No hay organización permanente. El cambio es continuo. Lo que fue revolucionario ayer, hoy ya no lo es."
"Cuando uno se dedica a mantener, artificialmente, algo que ha sido superado, deja de ser un actor. Se convierte en un defensor del pasado."
"La Argentina necesita gobiernos que comprendan lo que ocurre en el mundo, y que no improvisen. No hay tiempo para perder."
"Debemos dejarnos de prevenciones y suspicacias, alejar el temor a las ideas y estudiar la época que vivimos. Los fantasmas se ahuyentan con la acción."
"El Estado no debe estar a servicio de sí mismo, sino de la Nación."
"Hoy la revolución no está en las armas sino en los laboratorios"

Llegando al final hizo un silencio, un sabio y reflexivo silencio. Luego nos dejó estas frases que tendrían que ser aleccionadoras y guía para todos los radicales:

"Esta Argentina no es el país que queremos. Todos somos culpables y, cuando todos son culpables nadie lo es. Cuando uno ha arrojado, por lo menos, una piedra para destruir lo que tuvimos y lo que pudimos tener. En este punto todos somos indemnes.
No perdamos esta indemnidad.
No le tengamos miedo a la ley, que es la única autoridad no autoritaria.
No tengamos miedo entre nosotros. Luchemos, yo no digo con generosidad: luchemos con sentido de responsabilidad. No nos quedemos con odios. No son buenos ni el odio ni el temor. Hagamos política . Valientemente, si cabe la palabra. "

Murió dieciocho semanas después. Su nombre era Arturo Umberto Illia.