jueves, 30 de diciembre de 2010

LA FILOSOFÍA POLÍTICA RADICAL COMO HERRAMIENTA PARA UN GRAN CAMBIO CULTURAL

LA FILOSOFÍA POLÍTICA RADICAL COMO HERRAMIENTA PARA UN GRAN CAMBIO CULTURAL

La cultura del pueblo argentino está colonizada desde diferentes lugares (la educación, la prensa gráfica, escrita y visual, los medios masivos de comunicación, las relaciones interpersonales, etc.) de un discurso que poco tiene que ver con un ideario progresista, democrático, libertario y republicano.
La única fuerza política que llegó a los más altos estamentos del gobierno en la Argentina, defendiendo a ultranza estos paradigmas, fue la Unión Cívica Radical.
Desde las luchas por el voto secreto y obligatorio, hasta las diferentes gestas reparadoras de Yrigoyen, Alvear, Illia y Alfonsín, fue nuestro partido el que enarboló las banderas de la Libertad, el Estado de Derecho y la Igualdad.
Nos destacó la nutrida cantidad de dirigentes que se empecinó en lograr cambios reales en nuestras prácticas políticas y, lo que es mucho más importante, en nuestros rumbos culturales.
Nuestra historia partidaria y nuestra filosofía política son vastas y riquísimas. Son las herramientas definitorias en el avance hacia la obtención del logro democrático y republicano.
Nuestros pensadores regaron de doctrina libertaria e igualitaria todos los rincones de nuestra geografía.
Influimos marcadamente en los grandes rumbos en educación, salud, política internacional, leyes sociales, derecho público y privado, políticas públicas y sociales, políticas energéticas, etc.
Hoy, muy pocas personas conocen algo de todo lo hecho, y pensado, por nuestros hombres públicos y nuestros militantes.
Hemos, lamentablemente, perdido la batalla cultural. El ideario autoritario, de pensamiento único y faccioso, es el que prevalece en la conciencia de una parte importante de nuestro pueblo.
Fue el gobierno de Raúl Alfonsín el último que intentó poner una bisagra en la Historia. Con sus éxitos y sus fracasos; pero el esfuerzo se hizo con mucho tesón y convicciones. El discurso de la ética de la solidaridad fue divulgado con unción por militantes y dirigentes en todos los rincones del país.
Hace casi 21 años que dejamos el gobierno nacional. Todo este esfuerzo de cambios en serio, se fue diluyendo, se fue apagando, se fue debilitando.
Si cualquiera de nosotros miramos televisión, escuchamos radio o leemos cualquier diario o revista, nos damos cuenta que lo radical ha sido totalmente eclipsado, soslayado, ninguneado. Muy poco queda del discurso libertario e igualitario de Lebensohn, Larralde, Pueyrredón, Dellepiane, Sabattini, Illia o Alfonsín.
Ya no somos lo que pretendemos representar, la expresión misma de la Nación Argentina. Dejamos de lado nuestra lucha madre, la de ser: “La Causa contra el Régimen”.
Nos hacemos cargo del fracaso político de la Alianza. No representó en absoluto a nuestra historia, a nuestra doctrina, ni a nuestra filosofía política.
Hoy hay que volver al pensamiento. La única herramienta posible, para recrear nuestra historia y difundir nuestra doctrina.
Tenemos que hacer el trabajo de caminar el país divulgando nuestro ideario. Hay que ponernos la meta primaria de un centenar de referentes, de multiplicadores de nuestra historia, por cada una de nuestras provincias.
El discurso hegeliano de lo no ética, “el fin justifica los medios”, y de todo es válido para mantener el poder, tiene que ser confrontado con lo progresista, libertario y ético. Hay que torcer el rumbo del pensamiento único, para comenzar a transitar el camino del pensamiento crítico. Sino no hay ciudadanía; y sin ciudadanía no hay democracia real; ésta es sólo formal.
Por otro lado nuestro ideario krausista, practicado hasta en su vida diaria por Yrigoyen, Sabattini, Illia, Balbín y Alfonsín entre tantos otros, es una palabra casi desconocida para nuestro pueblo, que aparece alguna vez sólo en algunos escasísimos escritos académicos, o en boca de algún viejo militante.
Hay que darles las herramientas educativas, culturales, políticas, socioeconómicas y espirituales a nuestro pueblo para superar la etapa de rebaño desconcertado y clientelista y acceder a poder elegir a representantes que los ayuden, y acompañen, para salir de tan denigrante condición.
Tenemos que volver explicarle al pueblo como el Estado democrático es una herramienta que puede enaltecer la condición humana y no denigrarla.
La Unión Cívica Radical tiene que superar su condición de ser sólo un partido político, para poder producir el gran salto cultural y espiritual que el pueblo argentino está deseando y necesitando.
En un mundo que se está derrumbando de la mano de las especulaciones financieras y especulativas, nosotros podemos ser el punto de apoyo para algo distinto.
Uno de nuestros más sutiles pensadores, Gabriel Del Mazo, historiador por cierto, dijo alguna vez:
“Este gran propósito no puede distraerse en plataformas minúsculas, o en formulaciones exclusivamente materialistas, que son en el fondo escépticas; ni replegarse a las granjerías de un triunfo efímero, ni enredarse en las sinuosidades de la habilidad. Su programa es suma de programas. Y esto es cuanto quiere significarse cuando se dice que el radicalismo –cuando es el gran radicalismo- es una religión civil de la Nación, una fraternidad de profesos; un planteamiento anterior y superior a toda simple parcialidad.
No advertirlo es caer en todos los errores de apreciación crítica o de conducta ciudadana en su seno”


Marcelo L.Tassara

Diciembre de 2010