martes, 5 de febrero de 2008

Una semblanza de Don Arturo I

¿Quién era realmente Don Arturo Illia? Inclusive para muchos militantes es una incógnita muy poco explicitada.
Conocen algunos relatos que escucharon de correligionarios de más edad, alguna poquita cosa que aparece en los medios, y ahí queda la cosa. Libros sobre su figura hay pocos y muy breves. ¿Era sólo un hombre bueno y honesto?
El Régimen -hoy más conocido como establishment- especulando a su favor, lo quiso pintar sólo como un político decente, que dormía la siesta y tomaba té de piperina. Al eficientismo del conservadurismo en la Argentina le conviene la imagen de un dormilón piperinesco. Nunca un gobernante que hizo crecer el PBI en los años 1964 un 10,3% y 1965 un 9,1%, cuando en el 1963 había descendido un 2,4%. Además con una política económica heterodoxa de reactivación, de aumento de la demanda agregada y de los salarios. No haciendo ajustes inhumanos y, en el mediano plazo por lo menos, siempre fracasados en lo que respecta a elevarle el nivel de calidad de vida al pueblo argentino.
Algunos detractores dicen que se debió a las grandes cosechas de esos años. Éste también es un ataque mal intencionado de los eternos conservadores argentinos. En un estudio del economista Alejandro Díaz del año 1983 donde excluye al producto generado por el sector público y el agropecuario; en el año 1963 el PBI decreció un 4,8% y subió un 9,1 en 1964 y un 9,6 % en 1965. El PBI industrial en el período 1964-66 creció más del 30%.
Pero no quiero hablar de la economía del gobierno de Arturo Illia -los datos dados en el párrafo anterior son por demás elocuentes- quiero hablar de Don Arturo. Muy pocos políticos en la Argentina contemporánea llegaron a que, cuando se refieren a ellos y por respeto a su figura, se le anteceda el Don a su nombre. Si no buceen en los últimos veinticinco años de nuestra política autóctona.
En un programa del profesor Mariano Grondona de hace más de una década, la hija de Don Arturo, Emma Illia, le dice al conductor televisivo que su padre además de un buen gobernante y un político honesto, era un hombre culto. Pero Illia no era un hombre culto de biblioteca, de esas personas que se encierran en un escritorio y leen, leen y leen, con el único motivo de acumular datos e información banalmente. Él leia porque era un ávido curioso y quería saber en profundidad sobre muchos temas. Pero fundamentalmente le interesaba tener sabiduría para volcarla a su acción política. Le interesaba tener cultura para poder resolver con más solvencia los problemas políticos, sociales y económicos de su amado país.
Hace unos años le escuché contar al entonces senador nacional Mario Losada, que una noche en el año 1978, la gendarmería le golpeó la puerta de su casa en Misiones. El miedo generado ante tan inesperada visita, en segundos le dio paso a la sorpresa. El gendarme le preguntó si sabía de la presencia del ex presidente Illia en la provincia, a lo que Losada, sorprendido, contestó en forma negativa.
Al otro día Losada se movilizó para averiguar qué de cierto tenía el suceso vivido la noche anterior. Era cierto lo que decía gendarmería, Don Arturo estaba recorriendo el norte de la provincia de Misiones en el camión de un camionero amigo en pleno verano con sus jóvenes setenta y ocho años a cuesta.
En la primer presentación de este blog conté a la pasada que Illia conocía los rindes del algodón en cualquier zona del Chaco, del trigo en la Provincia de Buenso Aires o del tabaco en Corrientes. Estos viajes que hacía continuamente visitando amigos, que los tenía en cada pueblo de toda la geografía argentina, lo informaban de todo lo que acaecía en el país, en su país.
Viajaba y hablaba con el pueblo, viajaba y leia. Leia, observaba y refleccionaba.
Tuve la suerte de hablar con algún joven militante que en esa época lo acompañaba en alguno de esos viajes. Para llegar a Córdoba, por ejemplo, tardaba más de dos días. En cada pueblo de la ruta que conduce a la Docta hacía parar el auto para saludar, y charlar largamente, con algún amigo lugareño. Si se hacía de noche, allí era invitado a dormir para en la mañana retomar el camino recorrido en etapas.
Muy pocos políticos argentinos conocían el país como Don Arturo.

Cuando vivía en Cruz del Eje, lugar que había adoptado como su lugar en la vida a pesar de haber nacido en Pergamino, Prov. de Bs. As., una maestra del pueblo le ordenaba la correspondencia y su escritorio. En un reportaje publicado en el libro "El Viejo Illia" que el autor le hace a Laura Paz Díaz, la maestra cordobesa cuenta:

-"Siempre he pensado que quienes tuvimos la fortuna de haber conocido a Arturo Illia y haber participado con él de la lucha diaria, en la vida pública o social de todos los días, tenemos el deber de dar testimonio a las generaciones jóvenes sobre los valores de una personalidad tan singular como la de Illia..."

Periodista: - Bueno de él venimos a hablar...precisamente...

-"No por repetido hay que dejar de recordar cómo era Don Arturo. Era un hombre recto, rectísimo, así, en grado sumo; sentía un enorme respeto por los demás y era extremadamente responsable y bueno. ¿Sabe...? Illia era además un hombre culto. Unía a sus valores sociales, valores artísticos y filosóficos profundos. Le aseguro que amaba el arte, entendía el arte, y en soledad, reflexionaba sobre el hombre y el sentido de la vida..."

Periodista: - ¿Y por qué su vocación por la política?

-"Pienso que al tener ideas y convicciones totales acerca de la importancia de la democracia y la libertad, entendiendo esto como el mejor clima cívico para garantizar el respeto del hombre y de los ciudadanos, Illia, de ello hacía un credo... y por eso aquello de que "los hombres son sagrados para los hombres...", era un dogma, un imperativo afianzado en él. Era su verdad, y de allí que rechazara los autoritarismos y los regímenes totalitarios..."