jueves, 30 de diciembre de 2010

LA FILOSOFÍA POLÍTICA RADICAL COMO HERRAMIENTA PARA UN GRAN CAMBIO CULTURAL

LA FILOSOFÍA POLÍTICA RADICAL COMO HERRAMIENTA PARA UN GRAN CAMBIO CULTURAL

La cultura del pueblo argentino está colonizada desde diferentes lugares (la educación, la prensa gráfica, escrita y visual, los medios masivos de comunicación, las relaciones interpersonales, etc.) de un discurso que poco tiene que ver con un ideario progresista, democrático, libertario y republicano.
La única fuerza política que llegó a los más altos estamentos del gobierno en la Argentina, defendiendo a ultranza estos paradigmas, fue la Unión Cívica Radical.
Desde las luchas por el voto secreto y obligatorio, hasta las diferentes gestas reparadoras de Yrigoyen, Alvear, Illia y Alfonsín, fue nuestro partido el que enarboló las banderas de la Libertad, el Estado de Derecho y la Igualdad.
Nos destacó la nutrida cantidad de dirigentes que se empecinó en lograr cambios reales en nuestras prácticas políticas y, lo que es mucho más importante, en nuestros rumbos culturales.
Nuestra historia partidaria y nuestra filosofía política son vastas y riquísimas. Son las herramientas definitorias en el avance hacia la obtención del logro democrático y republicano.
Nuestros pensadores regaron de doctrina libertaria e igualitaria todos los rincones de nuestra geografía.
Influimos marcadamente en los grandes rumbos en educación, salud, política internacional, leyes sociales, derecho público y privado, políticas públicas y sociales, políticas energéticas, etc.
Hoy, muy pocas personas conocen algo de todo lo hecho, y pensado, por nuestros hombres públicos y nuestros militantes.
Hemos, lamentablemente, perdido la batalla cultural. El ideario autoritario, de pensamiento único y faccioso, es el que prevalece en la conciencia de una parte importante de nuestro pueblo.
Fue el gobierno de Raúl Alfonsín el último que intentó poner una bisagra en la Historia. Con sus éxitos y sus fracasos; pero el esfuerzo se hizo con mucho tesón y convicciones. El discurso de la ética de la solidaridad fue divulgado con unción por militantes y dirigentes en todos los rincones del país.
Hace casi 21 años que dejamos el gobierno nacional. Todo este esfuerzo de cambios en serio, se fue diluyendo, se fue apagando, se fue debilitando.
Si cualquiera de nosotros miramos televisión, escuchamos radio o leemos cualquier diario o revista, nos damos cuenta que lo radical ha sido totalmente eclipsado, soslayado, ninguneado. Muy poco queda del discurso libertario e igualitario de Lebensohn, Larralde, Pueyrredón, Dellepiane, Sabattini, Illia o Alfonsín.
Ya no somos lo que pretendemos representar, la expresión misma de la Nación Argentina. Dejamos de lado nuestra lucha madre, la de ser: “La Causa contra el Régimen”.
Nos hacemos cargo del fracaso político de la Alianza. No representó en absoluto a nuestra historia, a nuestra doctrina, ni a nuestra filosofía política.
Hoy hay que volver al pensamiento. La única herramienta posible, para recrear nuestra historia y difundir nuestra doctrina.
Tenemos que hacer el trabajo de caminar el país divulgando nuestro ideario. Hay que ponernos la meta primaria de un centenar de referentes, de multiplicadores de nuestra historia, por cada una de nuestras provincias.
El discurso hegeliano de lo no ética, “el fin justifica los medios”, y de todo es válido para mantener el poder, tiene que ser confrontado con lo progresista, libertario y ético. Hay que torcer el rumbo del pensamiento único, para comenzar a transitar el camino del pensamiento crítico. Sino no hay ciudadanía; y sin ciudadanía no hay democracia real; ésta es sólo formal.
Por otro lado nuestro ideario krausista, practicado hasta en su vida diaria por Yrigoyen, Sabattini, Illia, Balbín y Alfonsín entre tantos otros, es una palabra casi desconocida para nuestro pueblo, que aparece alguna vez sólo en algunos escasísimos escritos académicos, o en boca de algún viejo militante.
Hay que darles las herramientas educativas, culturales, políticas, socioeconómicas y espirituales a nuestro pueblo para superar la etapa de rebaño desconcertado y clientelista y acceder a poder elegir a representantes que los ayuden, y acompañen, para salir de tan denigrante condición.
Tenemos que volver explicarle al pueblo como el Estado democrático es una herramienta que puede enaltecer la condición humana y no denigrarla.
La Unión Cívica Radical tiene que superar su condición de ser sólo un partido político, para poder producir el gran salto cultural y espiritual que el pueblo argentino está deseando y necesitando.
En un mundo que se está derrumbando de la mano de las especulaciones financieras y especulativas, nosotros podemos ser el punto de apoyo para algo distinto.
Uno de nuestros más sutiles pensadores, Gabriel Del Mazo, historiador por cierto, dijo alguna vez:
“Este gran propósito no puede distraerse en plataformas minúsculas, o en formulaciones exclusivamente materialistas, que son en el fondo escépticas; ni replegarse a las granjerías de un triunfo efímero, ni enredarse en las sinuosidades de la habilidad. Su programa es suma de programas. Y esto es cuanto quiere significarse cuando se dice que el radicalismo –cuando es el gran radicalismo- es una religión civil de la Nación, una fraternidad de profesos; un planteamiento anterior y superior a toda simple parcialidad.
No advertirlo es caer en todos los errores de apreciación crítica o de conducta ciudadana en su seno”


Marcelo L.Tassara

Diciembre de 2010

miércoles, 6 de octubre de 2010

ALEM, KANT Y SU INFLUENCIA EN LA DOCTRINA RADICAL

Introducción

Hay poco escrito sobre el tema. Sólo se encuentran menciones en algunos libros de poca circulación.

El perfil de la acción política de Leandro N. Alem, sus discursos en público y en los distintos parlamentos, denotan una concienzuda lectura de filósofos como Kant y Sócrates.

Este breve estudio preliminar, está basado en una lectura de Kant que intenta confrontar las ideas de Alem con los pensamientos del filósofo alemán.

El historiador Norberto Lucchesi, en su libro “Alem, su pensamiento filosófico y político”, dice que el líder radical tenía amor por la sabiduría, lo que lo habilitaba a ser un filósofo. Esta práctica la desarrollaba como profesor dictando el primero y segundo curso de Filosofía en la escuela “América del Sud”.

Toda su ética política está íntimamente relacionada con el filosofar de Inmanuel Kant.

El romanticismo-idealista que rechaza fuertemente el positivismo a ultranza, ligado al materialismo corruptor del Régimen, es un pensamiento alemniano-kantiano.

La ideología liberal, el “orden y la paz armonizándolas con la libertad”, sumados al deber y la moral como imperativos categóricos, están ligados a Kant.

La libertad de pensamiento, paradigma kantiano atado a la “autonomía”, es una herramienta ideológica que Alem defiende a diario en su lucha política. Kant dice que la “autonomía” es “el fundamento de la dignidad humana y de toda naturaleza racional”. Esta construcción de filosofía política tiene que ver con el pensamiento crítico, base cívica de la cultura democrática del pueblo.

Goethe, refiriéndose a Kant, dice: “los filósofos, por su parte, no pueden ofrecernos otra cosa que formas de vida”, también habla de la “severa moderación de Kant” por lo que su filosofía nos conduce a: “estar en consonancia con nosotros mismos” para poder “neutralizar las desarmonías que nos imponen desde afuera”.

Alem y Kant, vida y doctrina (filosófica y política)

Kant dice que su madre fue el pilar que sembró en él “la primera simiente del bien”, “la que abrió mi corazón a las impresiones de la naturaleza, la que despertó y alentó mis ideas”. Fue ella la que primero descubrió sus dotes intelectuales y, aconsejada por un profesor del adolescente, lo envió a una escuela de humanidades.

En ella Kant desarrolló su cultura espiritual y donde practicó la lectura de los autores latinos con devoción. Estos dos aprendizajes lo acompañaron hasta sus últimos días.

Por otro lado, más allá de lo cognitivo y educacional que le dio la escuela, ve esa parte de su vida como la de “esclavitud juvenil”. Esto deja en claro que la educación juvenil de Kant, dejó impresiones que nunca pudo borrar de su espíritu. Tal vez esta “esclavitud juvenil” es la que disparó esta idea de Libertad que tan claramente expresan Alem y Kant, uno en su acción política y el otro en sus escritos filosóficos y sus clases en los claustros universitarios.

Ernst Cassirer, en su libro “Kant, Vida y Obra”, Edit. Fondo de Cultura Económica, México D.F., año 1948, dice que Hippel, su biógrafo, cuenta que Kant era una persona muy retraída para dar rienda suelta a sus afectos o emociones pero, cuando recordaba sus años de “esclavitud juvenil” sentía todavía una sensación profunda de angustia y terror que expresaba elocuentemente.

Para Kant, desde muy joven, la meta de su vida no fue la consecución de la dicha, sino otra muy distinta: la independencia de pensamiento y la independencia de voluntad.

Alem tenía un perfil muy similar. En un discurso que dio en Rosario, el 24 de Agosto de 1890, dice Don Leandro: “¡Desgraciados los pueblos que se hallan dominados por el sensualismo! ¡Desgraciados los pueblos que no tienen ideales! ¡Dejad esa tendencia de esperarlo todo de los gobernantes y grabad en vuestra conciencia la convicción de que este proceder rebaja el nivel moral de los pueblos!”

Los diferenciaba la forma de expresar sus emociones. Kant tenía una formación religiosa que venía del pietismo, esta cultura ejercía una “incansable e implacable vigilancia sobre el corazón” (textual del libro de Ernst Cassirer citado en párrafos anteriores).

Alem era un orador encendido y apasionado que no podía dejar de expresar sus sentimientos con convicción y pasión. Lo hermanaba a Kant una niñez y primera juventud desdichadas; la muerte de su padre y la condena social que le siguió, sumado a sus incursiones como soldado siendo muy joven, son un claro ejemplo de estas infortunadas similitudes.

El pensamiento crítico de Kant, a medida que va madurando, comienza a objetar esta ideología dura y conservadora que tenía su origen en su religiosidad pietista. Esta religiosidad tiende en sus orígenes pura y exclusivamente a vivificar una religiosidad interior, para luego ir degenerando en un patrón de pensamiento rígido y dogmático. Kant desde joven va rompiendo con este sesgo y busca el ejercicio de la ética desde una posición mucho más liberal y humanista.

Alem se vale de esta construcción filosófica ligada a las ideas morales, para tenerlas como base para su acción política. Es decir enancado al pensamiento de un filósofo que revolucionó la filosofía en la Europa del siglo XVIII; Don Leandro llena de virtud oratoria las tribunas políticas de la Argentina del siglo XIX. Esta virtud le vale el apodo del Robespierre de Balvanera, relacionándolo con uno de los oradores de la Revolución Francesa. En un discurso parlamentario expresa: “Gobernad lo menos posible porque mientras menos gobierno extraño tengan los hombres, más avanza en Libertad, fortalece su iniciativa y se desenvuelve su actividad…”

Hay otros dos paradigmas que hermanan a nuestro criollo Alem con el germano Kant que son sus visiones del “deber” y la “voluntad”.

En su libro “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”, Kant dice taxativamente: “Los actos inspirados en el deber no tienen su valor moral en la intención que con ellos se trata de realizar, sino en la máxima en que se inspiran; no dependen, por tanto, de la realidad del objeto del acto, sino simplemente del principio de la voluntad con arreglo al cual se realiza el acto […]”. Cassirer, en el libro anteriormente mencionado, agrega al respecto: “el predicado de bueno corresponde a aquellos actos de voluntad no gobernados por un impulso fortuito y aislado, sino que se ejecutan con la vista puesta en la totalidad de las posibles determinaciones de voluntad y en su coincidencia interior. La “buena” voluntad es la voluntad de someterse a la ley […]”

En un célebre discurso en la Legislatura de Buenos Aires, en una sesión del 24 de Octubre de 1873, Alem le dice a los bonaerenses: “Al ingresar a la Cámara presté juramento porque me sentía y me siento con fuerzas para cumplir mis deberes según los dictámenes de mi conciencia y con sujeción a la razón y a la justicia […] soy partidario de la escuela que cree que el hombre debe cumplir con su deber en todas las ocasiones de la vida, y el que no sienta con fuerzas para cumplirlo, no debe aceptar puestos públicos […] ha habido jueces que han demostrado rectitud en épocas difíciles: no han hecho más que cumplir con el deber que les imponía el cargo”.


Es notable la similitud de los escritos de Kant y los discursos políticos de Don Leandro. Los dos sufrieron el escarnio y la crítica descarnada. Kant por su genialidad filosófica, su ruptura de paradigmas, su NUEVA filosofía, la filosofía que iba a nutrir con una enorme potencia el espíritu de la Alemania idealista y humanista. Fichte, uno de los grandes filósofos alemanes poskantianos, dice que le debe a Kant no sólo sus convicciones fundamentales, si no también su carácter.

Nuestro Alem también sufrió los más destructores ataques. Su ética y honestidad, volcados a su accionar político, ponían en evidencia a lo peor del Régimen. Él era el tribuno genial que llevaba a los distintos ámbitos políticos su verba inflamada, su descripción elocuente y sagaz de la corrupción conservadora que quería seguir manejando el país sin tener impedimento alguno.

Tan grande fue su sufrimiento que su voluntad kantiana no lo pudo resistir, un día de Julio de 1896 segó su vida. El Régimen debe haber festejado en algún salón dorado de un palacio afrancesado.

Leandro Nicéforo Alem, era un político de los que hoy casi no existen. Profesor de filosofía, abogado y militante radical. Un hombre de barrio que conocía de las inclemencias de la pobreza y las necesidades. Un político que leía a los grandes pensadores de su época e intentaba llevar ese pensamiento a la política real para mejorarla, para elevarla, para honrarla. Que creía que la POLÍTICA, era la herramienta más eficiente para lograr que su pueblo tenga al menos un poco de felicidad.

Muchos años los separaron, miles de kilómetros y otro ámbito cultural. Ninguno de los dos supo de la existencia del otro. Pero su idealismo los hizo luchar, a cada uno en su ámbito, por algo mejor, por enaltecer la condición humana. Tal vez no fueron los exitosos de su época, pero dejaron huellas indelebles de su virtuoso, y glorioso, vivir.

Marcelo Luis Tassara
Octubre de 2010.

domingo, 28 de marzo de 2010

LA FILOSOFÍA POLÍTICA EN LA QUE ABREVÓ EL PRESIDENTE RAÚL R. ALFONSÍN

En un artículo publicado en La Nación -el 6 de junio del 2009- titulado “La filosofía política no es un lujo”, el filósofo Mario Bunge desarrolla, con la erudición que lo caracteriza, este tema hoy casi olvidado, por lo menos en la Argentina, por los políticos que nos representan.
Raúl R. Alfonsín fue tal vez el último de los políticos modernos, los que lo siguieron, en mi opinión, abrazaron la posmodernidad, que basó su acción política siguiendo el pensamiento filosófico histórico que fue tradición en su partido, la Unión Cívica Radical.
Todos sus discursos, en campaña política y ya en la máxima magistratura de la Nación, estuvieron teñidos del ideario krausista.
Este sistema filosófico fue adoptado por Hipólito Yrigoyen, allá a fines del siglo XIX, para nutrirse de sus ideas libertarias.
Cuando Alfonsín es invitado a disertar al Congreso de la Internacional Liberal, celebrado en Madrid, España el 3 de Octubre de 1985, donde le otorgan el premio a la Libertad, habla durante toda la conferencia sobre filosofía krausista.
Poco se habla hoy en la Argentina sobre esta verdadera “filosofía política de la Libertad”. A casi un año de la muerte de tal vez el último de sus cultores, me parece importante que la ciudadanía se entere de qué estamos hablando cuando hablamos de krausismo. Como dijo Alfonsín ese 3 de Octubre de 1985 allá en Madrid:

“Pensamos que es esta una inmejorable oportunidad para proponer algunas reflexiones sobre el método de la libertad a partir del pensamiento, de las actitudes y de las enseñanzas de otros hombres que hicieron de ese método la razón misma de su existencia”

Karl Christian Friedrich Krause nació en Eisenberg, una pequeña ciudad turingia que en aquel entonces pertenecía al Ducado de Alternburg –hoy Alemania-, un domingo 6 de mayo de 1781. Su padre, el pastor protestante Johan Friedrich Gotthard Krause, era profesor en la escuela de Eisenberg.
Este filósofo alemán, como muchos otros de esa época, fue quedando a la sombra de los grandes Kant, Fichte, Schelling y Hegel, pero la importancia de su obra filosófica no puede ser olvidada porque fue determinante en el rumbo histórico y político de la España de los siglos XIX y XX, y de América Latina, la Argentina en particular, en el mismo período.
Krause estaba dotado de conocimientos y capacidades muy diversas. Poseía una formación tan amplia que sus saberes iban desde la música a la lingüística, desde el derecho a las matemáticas, pasando por el arte y la pedagogía. Fue tanta su erudición que creo un verdadero “sistema filosófico” como se estilaba durante su época, en la cual el idealismo romántico fue un pensamiento muy difundido en lo que a filosofía se refiere.

Para el idealismo la construcción de un sistema filosófico era una verdadera necesidad, ellos no concebían a un pensador que pensara sobre los grandes temas en forma aislada de un todo. Un sistema filosófico era una verdadera estructura conceptual, cuyos componentes se interrelacionaban armoniosamente; hasta la más pequeña definición tenía que ver con un pensamiento de conceptualización superior.
Fue a través de dos krausistas belgas Ahrens y Tiberghien, cuyos textos habían sido traducidos al español, que llega esta corriente de pensamiento a América Latina. Luego el llamado krausismo español, cuyos principales exponentes son Sanz del Río, Giner de los Ríos y Azcárate, tuvo una gran influencia entre los adherentes americanos.

La revolución republicana de 1968, que viabilizó la creación de la I República española el 11 de febrero de 1873, estuvo fuertemente teñida de ideas de pensadores, intelectuales y políticos krausistas, algunos de ellos, luego de caída la República en 1874, crearon el Instituto de Libre Enseñanza en Madrid. Ese núcleo de intelectuales, años después, tuvo una marcada influencia en la creación del PSOE (Partido Socialista Obrero Español), que ya en el siglo XX llega al poder, a principios de la década del ‘80, de la mano de Felipe González.
En España en las últimas dos décadas y media se han hecho numerosos nuevos estudios sobre el krausismo.

El profesor de filosofía de la Universidad Pontificia de Comillas –Madrid, España- Enrique M. Ureña, que es además director del Instituto de Investigación sobre Liberalismo, Krausismo y Masonería de la misma universidad, es uno de los investigadores más prolíficos sobre Krause y el krausismo. Tiene una escrita una biografía sobre el filósofo titulada “Krause, el educador de la humanidad”(1991), el título de este libro es en sí mismo un enunciado muy significativo de la doctrina krausista. Este filósofo tenía la convicción que las sociedades se perfeccionan, alcanzando mejor calidad de vida, cuando avanzan en sus niveles de educación y cultura.

En su libro más conocido, “El Ideal de la Humanidad para la Vida” que finalizó de escribir en 1811, él expresa con claridad estas ideas pedagógicas. Las preocupaciones de Krause por la pedagogía fueron muy profundas tanto en lo teórico como en lo práctico; Richard Vetter en su prefacio del primer volumen donde analiza los escritos pedagógicos del filósofo tiene razón al expresar:

La idea de que todo filósofo notable es también un pedagogo […] encuentra en Kart C. F. Krause no solamente su plena confirmación, sino que alcanza además en él su expresión más alta, ya que el filósofo se propuso como meta nada menos que lograr que la humanidad entera asimilase su sistema de la Ciencia y contribuir vigorosamente, a través de la pedagogía al perfeccionamiento de la Humanidad […] Krause no fue solamente un extraordinario teórico de la pedagogía; también como práctico tiene que decir en ella”.

Krause, según versa su diario personal, escribe estas líneas muy elocuentes:

“En el año 1808 concebí la idea de una Casa de la Educación de la Humanidad. ¿No debería tratar desde ese punto de vista toda la educación y: 1) escribir una obra: “Ideal de la Educación de la Humanidad”; después 2) erigir para ello una Casa de la Educación?”.

Este filósofo alemán era masón, de donde fue expulsado por los fuertes cuestionamientos que le hizo a la masonería de esa época, y gozaba de gran prestigio como pedagogo entre sus Hermanos de logia. Este prestigio hizo que su logia le pidiera asesoramiento para el instituto educativo que poseía la masonería y le ofreciera el cargo de Copresidente.
Muerto Krause, algunos de sus discípulos, entre los que se destacó Hermann von Leonhardi, sigue esta línea educativa y tiene encuentros con Friedrich Wilhelm Fröbel –en el primer encuentro entre Krause y Fröbel, Leonhardi había estado presente-.

Este gran pedagogo alemán, había coincidido con Krause haciendo docencia en la Universidad de Gotinga y el creador del krausismo acordaba con él en sus ideas sobre la educación alemana. De esta conjunción de ideas pedagógicas nace lo que luego se llamó el krausofröbelismo: una corriente de pensamiento pedagógico muy importante en la Alemania del siglo XIX que dio lugar años después a la creación de la Asociación general de la Educación, desde donde se trata de armonizar la auténtica formación del hombre con la formación nacional – idea que ya había esbozado Krause en su “Ideal de la Humanidad para la Vida” -.

Esta afanosa preocupación por la educación se refleja en la Argentina en forma concreta en la Reforma Universitaria de 1918, esta verdadera revolución pacífica en los claustros universitarios estaba íntimamente asociada al pensamiento krausista. Desde ahí esta idea de universidad autónoma, laica y con libertad de cátedra –los profesores iban a ser elegidos por concursos abiertos- se propaga a muchos países de América Latina llegando a México la fuerza del idealismo krausiano.
Horace Mann fue el gran impulsor de la educación en los Estados Unidos de Norteamérica en la década del 30 del siglo XIX, desde ese lugar, una educación con una fuerte impronta democrática, se llega a ser la potencia mundial que hoy es. Mann se apoya en los contenidos pedagógicos de Fröbel, es decir que la base filosófica de la educación del pueblo estadounidense tiene que ver con el krausofröbelismo.

El dos veces presidente de la República Oriental del Uruguay José Batlle y Ordóñez y el poeta y político cubano José Martí, además del APRA peruano cuyo origen está ligado a Víctor Raúl Haya de la Torre que tomó a la Reforma Universitaria del 18 como modelo estudiantil a copiar, el puertorriqueño Eugenio de Hostos y Bonilla que hizo una gran obra educativa en la República Dominicana y Francisco Madero en México, entre tantos otros latinoamericanos, tiñeron a esta geografía al sur del Río Bravo de filosofía krausiana.
La Doctrina del derecho es uno de los temas mejor tratados por Krause y sus discípulos, dado que no la expresa como una metafísica de relato oscuro o complicado como en otras partes de su sistema filosófico. Su vinculación con el Estado, según expresa Krause en el “Ideal de la Humanidad”, “llena y determina el contenido ético de la vida de cada nación”.

La doctrina hegeliana ponía al Estado por sobre el individuo, un claro ejemplo práctico de esto es la instauración de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas promovida por un decreto del presidente Pedro Ramírez –el 18.411 de diciembre de 1943- y que luego se convirtió en ley en la primer presidencia de Perón –es el Estado metiéndose en el espíritu de las personas-, mientras la doctrina krausista ponía al hombre por sobre todo y al Estado a su servicio para asegurarle su Libertad. No es estatismo, es intervención del Estado para que los poderes corporativos no denigren la condición humana, sino que la enaltezcan.
El Estado liberal krausista proponía un “capitalismo moderado” lo que muchos años después dio origen, desde el pensamiento de otro alemán Von Bismarck –aunque sea en forma muy primitiva- al “Estado de Bienestar” en lo económico-social, y al “Estado de Derecho o de Garantías” en lo que al orden jurídico-político se refiere.

En su libro Grundlage des Naturrechts, publicado en 1803, Krause escribe un verdadero catálago sobre derechos humanos. Esta publicación que nuestro filosofo escribió en dos tomos, el segundo en 1805, está en coincidencia con la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Lo significativo es que Krause lo pensó un siglo y medio antes. Él defiende la igualdad de los hombres ante la ley, desestima todo tipo de exclusión y se opone a la discriminación que imponen las distintas formas de privilegio. Además reivindica el derecho a la vida y a la integridad física, el derecho a la protección de la intimidad y el respeto a la dignidad, el derecho a la propiedad privada, al trabajo y el descanso, el derecho a la libertad de conciencia, de opinión y expresión, así como el derecho a la educación, a la libre asociación y la libertad de circulación.

Es notable como Krause fue un pionero en el pensar derechos que hoy llamamos de tercera generación (derechos económicos, sociales y culturales); además de los derechos de los niños, de la mujer, de la tercera edad, de las personas con necesidades especiales, de la Naturaleza y de los animales.
Él también tuvo un “Proyecto de una Federación Europea de Estados” pergeñando a principios del siglo XIX lo que es hoy la Unión Europea.
En lo que respecta a derechos políticos él iba más allá de la idea de la formalidad contractualista de filósofos como Kant y Fichte, para Krause toda persona tiene que tener “derecho al derecho” (1), esto es una consecuencia de la esencia humana y no el resultado de una relación jurídico contractual.

Los krausistas tenían una forma de vida de máxima austeridad, se vestían con ropas oscuras y muy sobrias, en general eran hombres de honor, de palabra; hablaban poco y chocaban con las ideas utilitaristas y hedonistas que esgrimían los pensadores del “positivismo” del último tercio del siglo XIX.
La filosofía krausista es poco conocida en nuestro país, y los argentinos, en general, ignoran la importancia fundamental que este pensamiento ha tenido en la etapa fundacional de su sistema democrático. También fue importante su influencia en el derecho y la educación en la Argentina.
Si los políticos, actuales y futuros, quieren delinear las bases filosóficas de un Estado democrático como herramienta de un gobierno para la búsqueda de la Igualdad y la Libertad del pueblo, principios democráticos básicos, la lectura de Krause y sus discípulos será una tarea impostergable.

Marcelo Luis Tassara

Marzo de 2010.
Publicado por Marcelo Luis Tassara en 16:37