lunes, 25 de agosto de 2008

LA UNIÓN CÍVICA RADICAL DE LA CAPITAL ¿Un Cálido Recuerdo?

LA UNIÓN CÍVICA RADICAL DE LA CAPITAL
¿Un Cálido Recuerdo?
Producido por Marcelo Luis Tassara.

“El Régimen de la política del servicio personal y de la exclusión del pueblo en la vida partidaria realiza una selección a la inversa, elimina a los hombres con vocación política y frustra a los que quedan, aniquilando sus aristas ponderables. Sus exponentes parecen fortísimos y son, en verdad, tan débiles, que constantemente deben claudicar en el ejercicio de su ministerio público”
Moisés Lebensohn

La Unión Cívica Radical de la Capital Federal, hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lideró la oposición política durante más de un siglo.

Desde intendentes como José Cantilo, Francisco Rabanal y Julio Saguier hasta el primer jefe de Gobierno con que contó la ciudad, las administraciones radicales fueron un orgullo de nuestro partido y de todos los porteños.

Numerosos concejales radicales, y luego alguno que otro diputado porteño -ya creada la Legislatura-, defendieron los intereses de los vecinos con idoneidad, honradez, pericia, vocación de servicio y espíritu de bien común.

La Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fue redactada con el aporte invalorable de la mayoría de estatuyentes radicales.

Hoy esa historia, ese prestigio y esa representación política están al borde de la extinción. En la última elección a jefe de gobierno, celebrada el 3 de junio de 2007, los porteños no tuvimos la posibilidad de votar nuestra histórica Lista 3.

¿Con vergüenza?
En las dos elecciones pasadas la del 2003 y la del 2005 los resultados obtenidos habían sido tan magros, que los radicales de la Capital no nos animamos a sufrir otra derrota aplastante, definitiva, vergonzante.

A otros no los frenó el miedo sino los intereses personales. El estar trabajando para el gobierno de turno, o simplemente estar contratado en alguna dependencia gubernamental, los cohibió de apoyar a una lista integrada por radicales, por mujeres y hombres de la Unión Cívica Radical.

¿Sin militancia?
Nos está faltando, o directamente carecemos, coraje, mística, vocación de servicio, espíritu de sacrificio, conocimientos y ganas de hacer política en serio: convenciendo, persuadiendo y sumando conciencias y voluntades libres. En una palabra: nos está faltando militancia.

La militancia desde una estructura estatal, ya sea en el ejecutivo, en el legislativo o el poder judicial, es una práctica mucho más cercana al peronismo o al conservadurismo. La militancia radical históricamente fue desde el llano. Desde comités, ateneos o bibliotecas públicas –que en realidad funcionaban como locales partidarios durante las dictaduras-. Había radicales trabajando en el Estado, pero eran minoritarios.

Esto tiene que ver con nuestra ideología, no somos un partido estatista, somos un partido intervencionista. No necesitábamos el nicho del Estado para sobrevivir. Por eso teníamos libres pensadores que jaqueaban con ideas, talento, brillantez y vocación de servicio a las dictaduras y gobiernos opositores.

¿Sólo con contratos?
Hoy sólo sabemos hacer política de la mano del reparto de contratos que muchas veces son tan efímeros que no perduran ni siquiera el mandato del gobernante de turno. La enorme sangría que sufrió la UCR no fue ideológica o por descontentos políticos, fue una sangría detrás de contratos en la mayoría de los casos.

“Los reclutadores de votos ocuparon el sitio de los políticos, dejando vacante la función pública”
Moisés Lebensohn

¿Sin intemperie?
Los militantes de la UCR no sabemos vivir a la intemperie. Si hoy hubiese una dictadura en la Argentina un gran porcentaje de nuestros afiliados, ex afiliados y simpatizantes activos trabajaríamos para la administración de turno. Jamás soportaríamos la intemperie de hacer la oposición al tirano, nos callaríamos mansamente ante la evidencia de la buena vida conseguida de la mano de la plata silenciante del Estado opresor.

Los radicales de la Capital hacemos política desde la comodidad de los escritorios y los sueldos del Estado. Por eso no hay figuras políticas.

¿Sin sacrificio?
Todos sabemos del enorme sacrificio que hicieron nuestros grandes hombres. Cárcel, torturas, bolsillos vacíos, persecuciones, exoneraciones, vivir en casas ajenas para no ser detenidos, pérdida física de militantes y hasta de familiares, eran algunas de las vicisitudes que tenían que sufrir para hacer política. Por eso tenían autoridad política y personal.

Hoy cualquiera de nosotros saldría corriendo aterrado ante la mínima amenaza de tener que soportar la centésima parte de alguna de esos ultrajes y sacrificios.

¿Sin austeridad?
La vida austera, abnegada, transparente y republicana que llevaron hombres como Balbín, Illia, Sabattini, Larralde y Lebensohn, sólo por nombrar unos pocos, es solamente un lindo recuerdo. No hay un dirigente en toda la Capital que ni siquiera se pueda asemejar a ellos.

¿Sin dirigentes con autoridad? o ¿Ilegítimos?
No tenemos figuras políticas porque el ciudadano que se sintió representado históricamente por las ideas, las conductas y los valores de la Unión Cívica Radical; es una mujer o un hombre pensante, responsable y exigente –cualquiera sea la clase social a la que pertenezca- que hoy no se siente expresado ni contenido por el accionar de nuestra dirigencia.

“Los cuadros activos del partido, en su gestión preponderante, no se dirigieron a la “ voluntad popular” de los argentinos, sino a su “voluntad individual”, subversión y negación democrática”
Moisés Lebensohn


¿Somos conservadores los radicales?
Hemos usado prácticas conservadoras –que es lo mismo que decir peronistas- en las últimas décadas los radicales. Por eso no tenemos legitimidad política. Algunos por ignorancia, otros por conveniencia –los más- usamos herramientas que chocan con lo que el pueblo espera de nosotros.
La gente para votar una copia “trucha” vota al movimiento original; si hubiese radicalismo el pueblo votaría a un partido político: la Unión Cívica Radical.


¿Sin hombres libres?
A la Unión Cívica Radical la apoyaron, y votaron, los hombres libres, los que se sintieron identificados con las revoluciones contra el Régimen que encabezaron nuestros Leandro N. Alem e Hipólito Yrigoyen. Los mismos que se sintieron identificados cuando Arturo Illia anuló los leoninos contratos petroleros firmados por Frondizi; o frenó, con la ley de medicamentos, el robo a que se veía expuesto el hombre argentino cuando iba a la farmacia. Éstos, como muchos otros, eran políticos, vivían para hacer política, y no de la política.
La política tiene que servir para mejorarle el nivel de vida al pueblo, no a los funcionarios de turno. Nosotros los radicales somos el partido humanista, nacional y popular que tiene que realizar esta tarea.

¿Se puede hacer política sólo siendo empleado público?
Los hombres que hicieron grande a nuestro partido no estaban permanentemente condicionados por contratos, designaciones o cargos. Decían lo que había que decir, no lo políticamente correcto. Para eso hay que soportar la intemperie cuando se es oposición, si no hay que dedicarse a otra cosa, buscar otros rumbos. Hay infinidad de vocaciones mucho más cómodas y placenteras.

¿Utópico? ¿Ingenuo?
Algunos pensarán que lo escrito es utópico, atemporal, ingenuo y hasta estúpido. Pero si buceamos un poquito en las tres o cuatro últimas elecciones de nuestro distrito, vamos a ver que algunas figuras políticas que en algún momento fueron creíbles, sobre todo de la izquierda, que sin dinero, ni aparato y con muy poca propaganda, obtuvieron entre siete y ocho bancas en la Legislatura de la Ciudad y hasta un par de diputados nacionales.

Los que piensen en la utopía de estos escritos, seguramente serán los que se creen políticos de raza, los pragmáticos a ultranza, los verdaderos hacedores de la “política real”. Demás está decir, que también seguramente pensarán íntimamente que ellos son los verdaderos dirigentes, los mentores políticos e intelectuales de las dos últimas décadas de la UCR posmoderna.

Hay un viejo dicho campestre que grafica bien esta realidad:

“El avestruz nació en el campo, pero no sabe andar a caballo”

¿Los pragmáticos a ultranza, tienen talento político? ¿Cuál fue su legado partidario?
Los resultados hablan por sí mismo, no sólo la ciudadanía porteña nos ha dado la espalda, sino que tenemos un partido anarquizado, desestructurado, desideologizado, sin ideas ni fuerzas espirituales que lo guíen hacia su recuperación. Nadie tiene autoridad para reconstruir, para iluminar, para marcar un rumbo, para pedir que lo acompañen en la tarea de la Reparación.

A partir del 10 de diciembre de este año la UCR no va a tener representación en nuestra Legislatura y es muy probable que ni el senado, ni la cámara de diputados del Congreso Nacional, cuenten con representantes radicales elegidos por el voto de los porteños. Nuestra impericia política es escandalosa. Hemos dilapidado ciento diez y seis años de historia.
Es obvio decir que si por alguna casualidad se filtra algún diputado nuestro por el arrastre de algún extrapartidario salvador en la elección de Octubre, nada va cambiar, sólo será el efecto de un arrastre.

¿Qué hicieron?
Hay dirigentes que durante más de veinte años ocuparon cargos públicos de importancia. Ministros, secretarios de Estado, diputados nacionales, senadores, concejales, legisladores, etc. y hoy ninguno de ellos puede encabezar nuestra Lista 3 porque el resultado sería bochornoso. ¿Qué hicieron durante tantos años de gestión? ¿A qué se dedicaron cuando ejercieron los cargos? ¿Hicieron gestión? ¿Y si la hicieron fueron tan ineficientes?

Como decía Arturo Illia ”todos somos culpables, pero algunos lo son más que otros”. Creo que llegó el momento de bajarnos de la soberbia que nos caracteriza, analizar seriamente los errores cometidos y empezar de nuevo.

¿Sirven los aparatos partidarios? ¿Y los individualistas a ultranza?
Basta de salvaciones individuales y búsqueda de caminos alternativos.
Los “aparatos partidarios” quedó demostrado que, para el voto que nosotros pretendemos, y podemos, captar, no sirven para nada. Las elecciones del 2003 y 2005 son una prueba concluyente, determinante y categórica de ello.

Los que estén dispuestos a cruzar el desierto serán bienvenidos. Hacer política requiere, entre otras tantas cosas, sufrir los efectos de la intemperie. A los políticos con vocación no les importa sentirse desguarnecidos, indefensos, desamparados. Los que no lo soporten, no sirven. Hay clubes de señoritas que los pueden albergar en sus comisiones directivas o despachos oficiales de cualquier gobierno que los pueden cobijar.

Los que sigan pensando en su bien personal, los que especulen pensando que sus ganancias privadas los limitan en la noble tarea de ejercer un cargo público o los que le temen al desamparo de la lucha fuera del calor de los despachos gubernamentales, que se abstengan. Hay cientos de miles de empleados públicos en la Argentina, faltan políticos radicales, están casi extinguidos.
La Unión Cívica Radical necesita de dirigentes con el coraje, la honradez y la idoneidad necesarias para que este glorioso partido vuelva a ser oposición y una opción de poder democrático. Que quede bien claro: coraje, honradez e idoneidad.

¡¡¡Ellos tenían coraje político y libertario!!! ¡¡¡Y votos genuinos!!!
En los tiempos duros de la dictadura peronista hubo cuarenta y cuatro diputados radicales que defendieron la democracia y la libertad desde sus bancas. Sólo quedaron doce, los demás terminaron presos o exiliados.

No había cargos en ningún lugar del Poder Ejecutivo, pero la UCR siguió viva luchando por su honor y el del pueblo. Este pueblo, el de los hombres libres, tenía la posibilidad de sentir el calor que vivificaba sus corazones sólo cada dos años. Ese calor se los daba el poder poner en el sobre eleccionario la Lista 3 de la Unión Cívica Radical.

Había representantes legítimos, que no es lo mismo que legales, que les aseguraban la defensa de su Libertad, de su dignidad republicana. Algunos de ellos murieron en las tribunas gritando a los cuatro vientos su ideario radical.
Miles de ciudadanos los acompañaron tristes en sus entierros, sabiendo que con su desaparición se moría un pedazo de República. Con ellos desaparecían las mentes libres. No había discursos políticamente correctos, se decía lo que había que decir para defender ideas.
Hoy el panorama de pensamiento partidario es sólo de mentes colonizadas. Sólo de, valga la redundancia, mentes colonizadas.

¿Honor?
Si queremos la recuperación del partido vamos a tener que recrear algunas de éstas actitudes y aptitudes. Vamos a tener que volver a sentir el Honor de pertenecer al más viejo de los partidos nacionales que perduraron en el tiempo de los argentinos. Tenemos que recuperar, aunque sea en niveles aceptables, la virtud republicana.

No puede ser todo: individualismo, egoísmo, mediocridad, tilinguería, pacatería, “toma y daca”, comodidad, facilismo, reduccionismo intelectual, conformismo, irresponsabilidad, mitomanía, discursos sin contenido alguno y sólo políticamente correctos, contratos, clientelismo y pobreza ideológica, doctrinaria o como querramos llamarla. Todo artilugio posmoderno nos llevó a estar donde estamos.

Si no va a pasar lo que decía el saludo final de las pocas solicitadas que nos publicaron durante la última dictadura, seremos sólo Un Cálido Recuerdo.


“La política del servicio personal desjerarquiza y desprestigia al sufragio y desjerarquiza todo lo que de ella parte. Los ciudadanos dejan de ser tales, en el concepto cabal del vocablo, para transformarse en meros votantes”
Moisés Lebensohn

Es imposible hacer radicalismo sin radicales. Pero sí es factible hacer radicalismo sin sellos, ni aparatos, que así lo (des)habiliten.*

Julio de 2007.

*cualquier mención al radicalómetro abstenerse: es vieja, decadente, poco creativa y pusilánime.