lunes, 30 de noviembre de 2009

LA UNIÓN CÍVICA RADICAL Y EL PODER DEMOCRÁTICO

LA UNIÓN CÍVICA RADICAL Y EL PODER DEMOCRÁTICO

Cuando empecé a militar en el radicalismo, hace casi tres décadas, escuché a veteranos correligionarios yrigoyenistas hablar del poder democrático. Decían que, por ejemplo, Yrigoyen y Alvear en la presidencia de la Nación y Sabattini en la gobernación de Córdoba habían ejercido este poder del que yo nunca había escuchado hablar.

Esto de ejercer el poder sobre el ciudadano, parece una acción que poco tiene que ver con la Democracia. Es difícil explicar que alguien elegido por el voto popular pueda coaccionar a otra persona en nombre de las instituciones gubernamentales democráticas.

En ningún lugar encontré una definición que me aclarara que era concretamente el poder democrático. Hipólito Yrigoyen en su libro “Mi Vida y mi doctrina” esboza algunos pensamientos que tienen que ver con esta filosofía radical del poder que nos diferencia sustancialmente del peronismo. Frases como: “No fui jefe de nadie ni de nada, porque me siento infinitamente superior a los menguados títulos de toda jefatura” o “Los que nacen con la conciencia superior de los destinos de su vida, nada los fascina ni embriaga, porque no sólo tienen el más profundo desdén por todos los poderes de la tierra, sino también por cuanto pudiera desviarlos de su propia recta orientación. Esto impone un riguroso estilo de vida y el sacrificio de todo lo que fuera personal”

Es interesante considerar que Yrigoyen escribió este libro luego de haber sido durante seis años Presidente de la Nación, es decir, no es la declaración de principios de un poeta o de un intelectual totalmente alejado del manejo del poder político y de la cosa pública. Tal vez hoy esas palabras parezcan algo ingenuas y de otros tiempos, pero esa era la postura filosófica del ex Presidente de un país que se encaminaba a ser uno de los más importantes de la tierra. Hoy se piensa distinto -¿se piensa?- y la Argentina ni siquiera tiene un liderazgo que nos destaque entre los países vecinos.

Si nos tomamos el trabajo de leer el reportaje que un matutino le hace a Michelle Bachelet el domingo 8 de noviembre de 2009, nos damos cuenta que no hace falta ir a los países centrales para ver comportamientos republicanos, éticos y estéticos, como bien dice la presidenta chilena, en el manejo del poder. No son figuras artificiales salidas de coyunturas fortuitas, y hasta lúdicas, que saltan a la fama sin contenido alguno.

Un teórico estadounidense de la Democracia, Robert Dahl, hace un par de décadas delineó el concepto de la Poliarquía. ¿Qué quiere decir Poliarquía?
Dahl dice que el poder real de una Nación, está dividido por el poder que ejercen las religiones, las corporaciones económicas, los sindicatos, las ONG, las asociaciones civiles, etc. y el poder político. Si en el reparto de esos porcentajes el poder soberano no tiene preponderancia sobre los otros poderes, no hay Democracia, o es una Democracia muy limitada. Es decir el pueblo no puede ejercer, por medio de sus representantes, su poder democrático.

Toda esta mínima explicación, esta orientada a empezar a dirimir desde qué lugar los radicales queremos ejercer el poder si en los próximos años llegamos a ocupar la Presidencia del Nación.

El poder democrático es un poder que se ejerce desde la autoridad. Para ejercer el poder desde la autoridad hay que contar con un líder que desarrolle su liderazgo apoyado en valores. Para los radicales esos valores tienen que ser valores radicales, es una obviedad no tan obvia para algunos correligionarios.
El Dr. Raúl Ricardo Alfonsín decía en las tribunas en la campaña electoral del ´83, que hay que “seguir ideas y no hombres”, porque los hombres se equivocan, se enferman –pueden hasta enloquecer- y se mueren. Las ideas son la esencia de la política, por eso hay que recrearlo claramente a Alfonsín y hurgar muy profundamente en el ideario de quién va a ser el candidato que nos va a representar en el 2011. Y Moisés Lebensohn agregaría: “Doctrina, para que nos entiendan, conducta para que nos crean”

Hace muchos años, exactamente veinte, que de candidato a la primer magistratura no llevamos a alguien que sepamos que va a representar nuestros principios con la doctrina, la convicción, la capacidad, y la fuerza necesaria.

La candidatura de Massaccesi, la podemos tomar como un accidente –vimos claramente cuál fue su destino político y, sobre todo, partidario-, la llegada de De la Rúa a la presidencia ya la he analizado en otros documentos y prefiero no recordarla –algunas perlitas al pasar sobran: Juan Llach ministro de educación, el bajarle los sueldos a los empleados públicos y jubilados….. y Cavallo-. Lo de Moreau fue sólo testimonial y lo de Lavagna es preferible olvidarlo desde cualquier lugar que se lo quiera analizar (pragmáticos abstenerse).

Es decir, Eduardo César Angeloz fue el último hombre del partido que peleó por la llegada a lo más alto del poder gubernamental, de nuestra más profunda doctrina partidaria para intentar teñir al país de cultura republicana, de intentar ejercer el poder democrático, de dar un salto cualitativo y dejar atrás, luego del fundacional gobierno de transición de Alfonsín, tantos años de gobiernos conservadores –léase peronistas o similares-.

Para que esto ocurra nuestro candidato tiene que transpirar radicalismo por sus poros a cada paso que dé. No podemos probar con hombres providenciales para que ver qué pasa, para chequear cuán radicales son una vez instalados en el gobierno. Tenemos que tener absoluta confianza sobre lo que piensan en educación, en salud, en política internacional, en seguridad, en economía, en políticas sociales, etc. Pero, por sobre todas las cosas, tenemos que asegurarnos de quiénes se va a rodear para ejercer ese poder democrático. Recientes gabinetes nacionales de gobiernos propios, dan crédito absoluto a todas estas dudas.

Estoy absolutamente convencido que todos los males que sufrimos desde 1989 hasta hoy, tiene que ver con nuestro alejamiento de las bases doctrinarias que justificaron, y fueron la causa, de nuestra existencia. No se puede reivindicar a Juárez Celman y decirse radical. Sé que para muchos correligionarios esto es una banalidad, pero estamos cansados de los banales y, por sobre todas las cosas, a los lugares donde nos condujeron con sus vulgaridades y tilingadas.

Todo este análisis tiene que ver con algo que considero esencial para nuestra existencia, el pueblo no soportaría otra traición a los principios que necesariamente tenemos la obligación de exhibir, llegado el radicalismo, y sus aliados, a la presidencia de la Nación.

Los pragmáticos dirigentes, de la altísima política, que manejaron a nuestro partido en los últimos tres lustros –por supuesto con algunas excepciones que no hace falta mencionar-, dejaron de lado todo lo que tuviera que ver con nuestra doctrina. Importaron ideas que nada aportaron, manejaron elecciones internas, manipularon convenciones y plenarios, pusieron candidatos sin ninguna consulta al afiliado, resguardaron cargos políticos, para unos pocos amigos por supuesto, en gobiernos que poco tuvieron que ver con el radicalismo, hicieron alianzas y demás yerbas para llegar al poder caiga quien caiga, negociaron candidatos en listas de cualquier color, etc., etc., etc.

El resultado de tanto pragmatismo es: en tres de los más importantes distritos del país, la Ciudad Autónoma de Bs. As., la Prov. de Bs. As. y la Prov. de Santa Fé, si hoy vamos a una elección con nuestra histórica Lista 3 el resultado electoral es paupérrimo. Esa es la consecuencia de las genialidades pergeñadas por nuestros conspicuos pragmáticos proyectadas a la política real. Hay unos poquitos personajes partidarios -¿partidarios?- que se favorecieron con este caos de identidades, conciencias e ingenierías, pero mientras ellos subieron, en lo personal por supuesto, la Unión Cívica Radical se derrumbó, SE DEMOLIÓ.

Para apagar un incendio hace falta bomberos con experiencia y vocación de apagarlo, buscar a un experto en el uso de lanzallamas sólo favorece a los que quieren más fuego, con él nunca apagaremos el incendio.

Si queremos reconstruir a la Unión Cívica Radical hay que buscar obreros que la reconstruyan. Que tengan la pasión, la sabiduría y la vocación de hacerlo. Lo que no podemos hacer es intentarlo con especialistas en demoliciones.

Al líder de la empresa de la reconstrucción hay que elegirlo, como también decía Raúl Alfonsín, “no cabalgando sobre encuestas”. Lo importante es que sea un obrero de la construcción. ¡¡¡OJO!!! con los especialistas en DEMOLICIONES, hace muchos años que los sufrimos y nos han hecho mucho daño.

Tal vez nuestra querida UCR no resista otra demolición.

Marcelo Luis Tassara militante radical de la Sección 20º capitalina.