miércoles, 10 de diciembre de 2008

EL HOMBRE DE LA DEMOCRACIA

EL HOMBRE DE LA DEMOCRACIA

Hoy es un un día muy particular para los que abrazamos una Causa. Hoy hace 25 años atrás un político radical retomaba la conducción del gobierno de la República Argentina elegido por el voto popular.
Ese hombre hizo un cambio cultural fenomenal en nuestra cultura nacional, ese cambio fue un salto cualitativo que nos permitió caminar por un estado que no lo teníamos internalizado los argentinos, que era nada más ni nada menos que el Estado de Derecho.
La Causa que fue la razón de ser de su partido y de su vida, se llamó Democracia.
Hoy, ya transcurrido un cuarto de siglo, Democracia es sinónimo de Raúl Ricardo Alfonsín.

El Alfonsín militante
Alguna vez, allá al principio de la década del ´90 del pasado siglo, charlando con quién fue uno de los dirigentes más conspícuos del entonces denominado Partido Socialista Democrático de la Capital Federal, hoy Partido Socialista, el ex diputado Norberto Laporta me relataba: “Cuando transitábamos las épocas difíciles de la feroz dictadura del Proceso de Reorganización Nacional y los militantes de todos los partidos caíamos presos, era Raúl Alfonsín uno de los pocos que nos redactaba un “Habeas Corpus” y lo firmaba. Uno le puede objetar algunas decisiones de gobierno que tomó, pero nunca nos podemos olvidar del coraje cívico y hombría de bien que demostró Raúl en esos años terribles”

Corría el año 1980, la dictadura todavía estaba con su poder intacto y el terror guardaba a la mayoría de los políticos en el exilio o al calor del pasar desapercibido, del esconderse en un voluntario anonimato que les salvara el pellejo.
Raúl viajaba a cuanto congreso de ciencias políticas se celebrara en el exterior para incrementar su capital cultural, y caminaba por su país buscando una salida hacia la democracia, lo que parecía una utopía inalcanzable.
Unos correligionarios de la zona de Moreno en la provincia de Buenos Aires lo tientan con un acto clandestino en una estación siguiente a la de Moreno llamada La Reja.
El acto estaba pactado para el mediodía de un domingo de enero de ese lejano 1980. Las doscientas o trescientas personas que esperaban al orador principal se impacientaban porque el mismo no llegaba. Demás está decir que no había forma de comunicarse con él, así que había que esperar.
Pasada casi una hora de la determinada para el acto, ven en la calle que corre al costado de las vías del ferrocarril, allá a lo lejos, a dos personas que venían caminando hacia el lugar. El calor era agobiante y a medida que se acercaban los fueron identificando.
Raúl Alfonsín se había tomado el tren desde Chascomús hasta Constitución, de ahí un colectivo hasta la estación de Once, el tren hasta Moreno y como perdieron el transbordo que los dejaba en La Reja, y si esperaban el próximo la tardanza iba a ser mayor, entonces caminaron los cuatro o cinco kilómetros que separan Moreno de La Reja.
Vestido de saco y corbata dió su discurso en ese acto clandestino al que tanto le había costado llegar. Es digno también destacar a quién lo acompañaba, pero en verdad desconozco su nombre.
En anteriores dictaduras fueron memorables sus actos relámpago en pleno centro de la ciudad de La Plata para luego salir corriendo o, como el 2 de abril de 1968, terminar preso en una comisaría de la ciudad capital de la Provincia de Bs. As.
El periodista Fernando R. Pieske en su libro “El Hombre de Prensa”, que relata la vida de Alfonsín como periodista, rescata el siguiente diálogo, en un viaje de Chascomús a La Plata para realizar uno de esos actos clandestinos entre Alfonsín y un colaborador del diario El Imparcial de su ciudad natal. Le dijo a Jorge Nimo:
“Que nos lleven detenidos es una posibilidfad, así que vos, Jorge, tratá de mantenerte a distancia. Al acto lo vamos a hacer, pero alguno –agregó- tiene que seguir atendiendo el escritorio… después de todo de algo hay que vivir…”
Acompañó a los jóvenes radicales en situaciones muy complejas como cuando tuvo que hacerse cargo de los entierros de los militantes radicales Sergio Karakachoff y el ex diputado nacional Mario Abel Amaya.
Desde la revista Enédito, donde escribía con el apodo de Alfonso Carrido Lura, criticó una y otra vez a los gobiernos autocráticos desde 1966 a 1973.
Es uno de los últimos políticos que reinvidicó a los filósofos y pensadores que le dan sustancia noble a este duro arte de hacer política, tan pragmático por cierto y tan pobre de ideas en estos últimos largos años.
Puso en gran parte de sus discursos ese acento krausista que otros grandes políticos latinoamericanos y europeos todavía hoy lo contienen en sus expresiones públicas.
Es el único político que todavía sigue escribiendo, que ha presentado no menos de cuatro o cinco libros de pensamiento doctrinario en la última década. Los demás parece que, salvo algún relato de su gestión, no elucubran muchas ideas.